Sinónimos de lumbre

Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida.

Tenemos que convencernos para siempre: el mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo.

El vidrio del ojo de buey estaba roto, y por allí se colaban ráfagas de viento que hacían bailar la lengua amarilla de una candela sujeta en una palmatoria al muro.

Nosotros los revolucionarios estamos llenos de candela por dentro

La rosa no es más que la forma por un instante en alto de lo que el corazón llama por lo bajo sus delicias.

A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: ¡Sígueme!

Yo no soy mi propia luz para mí mismo

El invierno ha cesado: la luz es tibia y danza, del sol al firmamento claro. Es menester que el corazón más triste ceda a la inmensa alegría dispersa en el aire.

La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos.

Cada día me siento más inclinado a admitir que hay en la música algo de extraño. Una afirmación de máxima energía. No diré abstracta sino más bien sin objeto, energía pura, en la claridad del éter.

Declaremos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva; la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras... un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia.

La línea del horizonte de Nueva York es un monumento de esplendor al que pirámides o palacios jamás podrán igualar ni aproximarse.

La crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos

Estuvo allí algún tiempo paseando mientras contemplaba el espléndido fulgor del cielo de poniente y se decía, como en otras muchas ocasiones, que estaba en el país de los atardeceres. Había algo en aquellos radiantes abismos de fuego que le desataba la imaginación; siempre descubría imágenes y promesas en aquel cielo.

Es reanimante y vivificador, como la llegada de la primavera para una persona enferma, su ánimo recibe por alguna razón el espíritu de la estación y sus ojos se iluminan con un brillo transitorio.

Los hombres, las flores, la hierba, vuelven a encontrar periódicamente su brillo y su esplendor, su perfume y su juventud. Sólo el hombre muere un poco cada año.

Me pregunto si me recuerda siquiera un poco, muchas veces lo he rogado, en la oscuridad de mi noche, en la claridad de mi día.

Vio en medio de aquella claridad una hermosísima señora, muy semejante a la que hoy se ve en su bendita imagen

¿No era tu sonrisa el bosque resonante de mi infancia? ¿No eras tú el manantial la piedra desde siglos escogida para reclinar mi cabeza? Pienso tu rostro inmóvil, brasa de donde parten la vía láctea y ese pesar inmenso que me vuelve más loco que una araña encendida agitada sobre el mar.

La vida es una hoguera que quema toda ilusión la vida también regala gente divina de corazón.

Sólo me resta desear que tanto oyentes como lectores mantengan viva la hoguera de nuestra tribu humana y, a buen seguro, las generaciones posteriores se lo agradecerán. Ése es, como dijo Poe, mi anhelo de porvenir

Una esperanza un huerto un páramo una migaja entre dos hambres el amor es campo minado un jubileo de la sangrecáliz y musgo, cruz y sésamo pobre bisagra entre voraces el amor es un sueño abierto un centro con pocas filiales un todo al borde de la nada fogata que será ceniza

Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está fuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro. (Antes del fin, 1999).

Toda virtud tiene sus privilegios; por ejemplo, el de contribuir con su pequeña tea a la hoguera de los condenados.

Nuestro saber es una tea humeante de pino que alumbra el camino sólo un paso adelante a través de un vacío de misterio y horror.

Entre mis labios trémulos se enciende la loca llamarada de mis besos.

Deja de vigilar a tu alma; ¡mírala cómo sale de estampida al cielo!... Al menor descuido, envuelta en llamas, se suelta y se va hacia otros mundos. ¿De dónde vendrá esa súbita llamarada que la arroja al destierro en parajes celestiales mientras tú te quedas aquí, como victima junto a un cuerpo abandonado?