Sinónimos de impacientar

También a un gran hombre lo puede exasperar una miserable mosca

Soy muy consciente, y sobre todo, estoy muy tranquilo con lo que digo, se que puedo enfadar a algunos y hacer feliz a otros, pero es que el comunicador está obligado a ir con la verdad por delante, con su verdad

Los verdaderos amigos se tienen que enfadar de vez en cuando.

Procura no inquietar tu alma ante el triste espectáculo de la injusticia humana. Sobre esta injusticia verás un día el triunfo definitivo de la justicia de Dios

Creo que me reservo el derecho a hablar sobre mi sexualidad... yo tampoco me puedo irritar y dejar que esto me toque las narices, o reírme de eso.

Tenía capacidad para sorprender, como todos los imbéciles mayúsculos, y por supuesto para irritar de nuevo en un solo segundo.

–Pero si no tenemos cuidado podríamos alterar el futuro –dijo Ponder–. Nuestra mera presencia en el pasado podría alterar el futuro. Quizá ya hayamos alterado la historia.

Aunque la conmiseración no puede alterar los hechos, sí puede contribuir a hacerlos más soportables.

Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar

¡Llevemos la luz a la Tierra, seamos la luz de la tierra! Para eso tenemos alas, por eso somos rápidos, severos, viriles, incluso terribles, semejantes al fuego. ¡Qué nos teman quienes no saben calentarse ni alumbrarse con este fuego que somos!

Se detienen ante un quiosco. Le fascinan las portadas de las revistas; como a los niños las estampas. ¡Qué culos, qué tetas! Ahora lo enseñan todo. De gusto, los ojos no envejecen... Pero también cabrea. ¡Pura mentira de papel nada más! calentarse y no tocar; ¡Hace falta ser tan frío como los milaneses para aguantarlo!

Estamos progresando. En la Edad Media me habrían quemado y ahora se conforman con quemar mis libros.

Francia es quizá de todos los países el que más ha unido la crueldad con lo ridículo. No hay tribunal en Francia que no haya hecho quemar a muchos magos. Había en la antigua Roma locos que creían ser brujos, pero no encontraron bárbaros que los quemasen.

Por lo general, aquellas cavilaciones no lo llevaban más que a encogerse de hombros y a desecharlas como algo carente de importancia, pero en los períodos de depresión profunda que a veces sufría, podía sentir todo el peso de su limitación y desesperar al saberse tan distinto del resto de la gente.

No acabaríamos de desesperar si empezáramos