Sinónimos de escarpa

La casa, dios mío, rodeada de petreles sobre el acantilado y los vapores del océano, de portones batidos por el viento y cortinas en pedazos, con el anuncio hotel central en semicírculo en la fachada y los tres de la policía secreta, siempre de negro, con el brazo en alto al modo nazi, que bebían, en la salita de estar, la malta de la mañana.

Las azaleas en el acantilado miran el reflejo en el lago del atardecer.

El Sur está cansado de arrastrar muertos a la orilla de las ciénagas de malaria, está cansado de soledad, cansado de cadenas, está cansado en su boca de las blasfemias de todas las razas que han gritado muerte con el eco de sus pozos, que han bebido la sangre de su corazón.

En la otra cara de la tierra, tu risa, en esta cara de la tierra, la mía. En la otra cara de la tierra, tu vida, en esta orilla de la vida todo te espera.

Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones. Siempre que escribo una novela larga tengo grabada esa imagen en mi mente

Si hace una pregunta como ¿De qué color es el sueño?, o ¿Qué pesa más, una roca o un corazón entristecido?, no hay ninguna respuesta correcta que esté oculta. De hecho, la respuesta carece de importancia; las razones de la respuesta son mucho más interesantes.

Vengo después de la orilla del mar, en donde las nubes quimeras del viento semejan fragatas fantásticas navegando el cielo azul.

El necio se sienta a la orilla del río a esperar que acabe de pasar el agua. Pero esta fluye, y continuará pasando eternamente

Tal ves mires a otro, igual que a mí aquel día y yo aquí recordándote a la orilla del mar.

Los otros días iba caminando muy entretenido y me encuentro con el arroyo más raro del mundo: figúrese que la orilla de este lado la tenía del otro

Si yo fuese como una roca y no como una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría.

Vacilan y caen los hombres sufrientes, ciegos, de una hora en la otra, como aguas de roca en roca lanzados, eternamente, hacia lo incierto.

Siempre en tus retiradas no olvides dejar establecida una cabeza de puente en la orilla abandonada

Y entre los oscuros pinos y la orilla plana, - ¡Oh, el viento, y el viento, para siempre! ¿Qué será del hombre?